Esta última parte ímola dedicar á familia, aos amigos, á casa… Sen comentarios, deixando falar, escoitando.
Citando só quen intervén, aí quedan opinións, comentarios, palabras… da familia Cacharro-Gosende cando se pregunta se un político pode ter amigos:
Carmen Gosende.- Antes de entrar en política, después de cenar, iba mucho al Círculo. Estaba siempre con Sánchez Carro.
Carmen Cacharro.- Iba a jugar al ajedrez. Pero después, desde que se metió en política, no. Porque es normal… Si tienes mucha vida social impuesta por tu trabajo, en tu tiempo libre lo que quieres es estar a tu aire en casa y en zapatillas.
Paco Cacharro.- Mi madre era una persona muy hogareña y que se dedicaba a su casa. Él no tenía el grupo de amigos de jugar la partida, de ir al cine o de disfrutar del tiempo libre.
Carmen Cacharro.- A un político le pasa lo mismo que a cualquiera de nosotros. Nosotros tenemos compañeros de trabajo con los que nos llevamos mal o tenemos fricciones… Y al final del día nos paramos a pensar que, posiblemente, en otras circunstancias seríamos amigos.
La política es un fiel reflejo de la sociedad, de todos. Y yo veo que en cualquier colectivo, sobre todo en los que hay muchos trabajadores, hay roces, hay envidias. Y tú tienes tus amigos, porque no compiten contigo y ya está. Pero esas mismas personas en tu trabajo podrían llegar a ser tus peores enemigos. Por eso digo que hay que juzgar sosegadamente… No se puede considerar traidor a alguien por una determinada decisión.
Paco Cacharro.- La política forma parte de la misma realidad humana, hay una diferencia a veces de magnitud o de intensidad. No son lo mismo las tensiones de una gran empresa que las de una pequeña tienda de ultramarinos. A veces se juegan cosas muy importantes, se viven situaciones de tensión muy complicadas, se viven dilemas morales o dilemas políticos. Y claro, ¿se pueden tener amigos en política? Sí, lo que pasa es que es difícil que no haya conflictos. Es como conducir en un terreno embarrado o resbaladizo, hay que ir con mucho cuidado, es más fácil resbalar. No es que sea peor el coche, es el terreno. La política es lucha, es la continuación de la guerra por otros medios.
Carmen Cacharro.- Y hablando de amigos que perduran a través de los años… Recientemente hubo un funeral por nuestro padre, y todos sus compañeros de la Inspección de Magisterio estaban allí. Eso es con lo que nos tenemos que quedar. Los vecinos del barrio, estaban todos.
Si yo me muero mañana, no sé si irían a mi funeral veinte personas. Entonces te pones a pensar y te preguntas: “¿Cuántos amigos tengo?”.
Muchos irían porque son amigos de la familia, o de él, o porque no tenían nada que hacer ese sábado que llovía. ¿Cuántos amigos tenemos todos? Si cuentas diez, a mí ya me parece muchísimo.
En familia
Entrevistando en profundidade a un político, parece obrigado preguntarlle polos seus tempos de lecer, e pola dedicación á familia. Responde Paco Cacharro:
Teño poucas horas de lecer. Hai que buscalas. Tamén é verdade que ás veces se un non o propón claramente, é difícil atopar un tempo de lecer.
A xornada vén rematando tarde, é habitual saír ás dez da noite. Ás nove é pico terminan as reunións, ou ás veces máis tarde aínda. E ademais, o que pode roubar moito tempo son as viaxes, estar moito tempo no coche… As viaxes e as visitas.
Todo o mundo considera que nun despacho oficial o presidente da Deputación ou o alcalde ten que recibir a todo o mundo para moitas cousas, que non son necesarias as visitas, que ás veces cun simple escrito se pode amañar perfectamente. E ás veces tamén as visitas son para cousas que non teñen nada que ver coa xestión da Deputación Provincial, senón por asuntos de tipo particular, pero que o desempeño dun cargo político obriga a atender todo isto, e créame que é verdadeiramente desesperante algúns días ver como pasan as horas, que se vai rematando a xornada, e que un non puido empezar a traballar, tendo que escoitar as cousas que lle están alí plantexando, que ás veces, volvo a repetir, teñen pouco que ver co que un debía de estar facendo.
Tonina Gay.- Polo menos, nas vacacións poderá disfrutar…
Paco Cacharro.- Nas vacacións gústanme especialmente navegar, andar ao aire libre, explorar, ver sitios descoñecidos. Onte, por exemplo, que fun ao Sil… Encántame ir por un sitio descubrindo novas vistas, novas paisaxes e situacións. E a lectura, a lectura sobre todo de historia, fundamentalmente.
Tonina Gay.- E, na casa… que poder ten vostede na súa casa?
Paco Cacharro.- Como todo o mundo, o que me van deixando. Penso que contan comigo, que me deixan opinar, que xa é abondo, e tampouco escapo da situación de facelo.
Os fillos son bos rapaces, son rapaces que van cumprindo tamén á súa función como estudantes. Dous están facendo Dereito, mellor dito, un xa remata, outra que vén detrás, para o ano que vén, e logo hai o máis pequeno que está facendo os estudos de Bacharelato. Non hai nada que pedirlles, responden ao que normalmente cabe esperar deles.
Trinta anos despois, en familia, xorde a lembranza:
Carmen, nai.- Era extraordinario, un hombre encantador. Muy amigo de su familia, preocupado por sus hijos y su mujer. Un hombre extraordinario.
Paco.- Hombre extraordinario, con muchas dimensiones, con una personalidad más compleja, mejor de lo que pudiera parecer. De hecho, yo creo que la imagen pública que ha quedado de él en gran parte no se corresponde con la realidad. Era, por ejemplo, una persona naturalmente espontánea, a veces hasta cierto punto ingenua. Son detalles que nosotros percibíamos, pero que a lo mejor desde fuera no se veían.
Era un hombre reservado también en algunas cosas. No se solía hablar de política en casa, por ejemplo. No se traía los problemas a la mesa del comedor. Era un hombre extraordinario y excepcional. Y quizá por eso difícil de comprender. Tenía una visión del mundo muy abierta, y aunque tenía una orientación ideológica, no era un hombre muy ideologizado. Yo creo que su ideología era un liberalismo, conservadurismo… Pero él consideraba que eso era un mapa para orientarse en el mundo, pero no que el mapa fuese infalible. Era una persona abierta a la realidad, una persona -y esa es una de las cosas que aprendí de él- que procuraba ver siempre las cosas de forma directa, como si se vieran por vez primera, sin filtros y sin cortapisas. Es la persona más inolvidable que he conocido.
Juan.- Coincido en muchas cosas con Paco. Destaco que era un hombre apasionado, con muchas pasiones. Y con cada una de ellas se entregaba. Era apasionado, por ejemplo, con el mar, con el tabaco, con el café, con los libros. Y coincido con Paco en que era ingenuo. O más bien creo que se lo hacía. Pero desde luego era una persona muy abierta. Puede haber una imagen de él un poco distorsionada en ese aspecto, como una persona muy seria. Pues tenía bastante sentido del humor y era muy abierto en este aspecto.
Como padre, fue excepcional, como un amigo. Con mis hermanos no tuvo que pasar tanto tiempo, porque ellos respondían mejor, pero yo estaba siempre un poco descarriado. Y me prestaba especial atención. A él le tengo que agradecer, por ejemplo, conocer muy bien las Rías Baixas, sin necesidad de cartografía ni de GPS, porque me pasaba todas las tardes con él navegando. Navegar era una de sus pasiones.
Juan, neto.- Los recuerdos de mi abuelo quizás están un poco distorsionados, porque yo era muy pequeño. No disfruté mucho de su presencia, pero lo recuerdo bastante.
De pequeño yo tenía la sensación de que tenía algo especial. A mí su presencia me imponía, la verdad. Notabas que estaba. Y coincido en lo de reservado, pero tenía también tonos de cariño. Yo recuerdo que pasaba a mi lado y me acariciaba la cabeza, y cosas así. Era tierno en ese sentido.
Y también lo que más recuerdo con él es jugar partidas de ajedrez. De pequeño lo hacíamos bastante, tenía mucha paciencia. Yo ni siquiera sabía a veces mover las piezas, o no sabía enrocar bien. Ahora me gusta mucho el ajedrez, la verdad, y cada vez lo recuerdo más. Hay que tener mucha paciencia para aguantar tantas partidas con un chaval que no tenía ni idea. Tengo muchos recuerdos de nuestras partidas de ajedrez, y también cuando íbamos en el barco. Recuerdo que siempre me ofrecía -porque a él le gustaban mucho- tomar unas galletas con leche condensada.Carmen, nai.- Con sus hijos tenía una magnífica relación. Conmigo y con los hijos era muy bueno. Y preocupado por todos: “Este, que haga esto, aquel, lo otro”. Un padre y un esposo preocupado por todos.
Con el primer nieto estaba como loco, encantado. Tenía puestas en él muchísimas ilusiones: “A ver qué va a hacer este niño, a ver qué tal”. Pero claro, se fue muy pronto. Su primer nieto, Juan, tenía quince años cuando él se murió.
Carmen, filla.- Siempre que tengo una dificultad en la vida, lo que pienso es qué me diría él. Y como lo conocía, sé lo que él me diría que hiciese. Y es lo que hago y me suele ir bien.
A mí me parece que él me tenía que ver como un desastre, pero no sé cómo. A mí me parece que comparado con él, yo era un desastre, porque una intenta parecerse a esas personas que son el ejemplo. Entonces yo me decía: “Tiene que pensar que lo estoy haciendo fatal”. Pero tampoco nunca me lo dijo.
Juan.- Ya, porque después ya llegué yo y despunté. La verdad es que mis hermanos eran más llevaderos, eran muy “bueniños”, los dos eran muy buenos estudiantes.
Y aunque parezcamos totalmente diferentes -uno intelectual, otra de economía, y yo artista- al final acabamos coincidiendo. Papá estuvo en el Banco Panamericano, después también en política, y mi padre era más artista que nadie, se pudo haber ganado la vida mejor que Jorge Negrete, ya que cantaba rancheras, de forma impresionante.
Carmen, filla.- En mi profesión, hay que ser racional, sistemática y ordenada.
Juan.- Yo estoy mucho en el banco, pero por otras razones. Yo cantaba en el Clavi por aquel entonces con Xoán Rompe, teníamos un dúo que se llamaba “La infame Turba”.
Paco.- El nombre se lo puse yo. Era un verso de Góngora.
Juan.- Y posteriormente un libro de entrevistas. Yo tenía aquella apariencia que parecía el mismo Carlos Marx.
En el Clavi, que era un sitio donde no hacíamos nada malo, la mayoría de la gente que estaba allí tenía otra orientación política muy diferente a la de mi padre, y entonces a él le llamaba mucho la atención que yo estuviera allí cantando con Xoán Rompe canciones de Víctor Jara.
Mi padre era un tío muy comedido y no solía insultar a nadie ni utilizar malas palabras, pero te podía llamar “presumido” y te dejaba destrozado. O “majadero”, y estabas perdido. Y yo era efectivamente un majadero.
Pero luego lo llevamos bien, y si hago todas esas cosas es por él, porque yo cantaba muchísimo con él, y todo el gusto por la música lo heredé de su gran gusto musical por todo el folclore americano, desde Perú hasta México, pasando por Argentina, absolutamente todo. Yo con 12 años era un niño un poco “friki”, que cantaba madrigales y habaneras con él.
Carmen, nai.- Pero la ilusión de su padre era que hiciera algo, que estudiara la carrera. Y empezó la carrera y no la terminó.
Juan.- No empecé una carrera, sino cuatro: Derecho, Periodismo, Psicología en la UNED y Farmacia. Estuve matriculado hace escasos cuatro años en Realización y Producción de Audiovisuales. Tengo una formación renacentista. Gracias a eso sé un poco de todo.
Paco Cacharro.- Nuestro padre era un hombre con esa visión pragmática, escéptico… No era un padre de discursos.
Juan.- Pues a mi me tiene caído cada uno… Más largo que los de Fidel Castro los domingos.
Paco.- Tu caso, era particular, especial. No era el típico padre que te sermonease. Te orientaba. Por ejemplo, sobre qué libros leíamos, en qué ambiente nos movíamos, qué música escuchábamos, qué tipo de películas veíamos… Él a mí me daba libros para leer. Yo leí “Rebelión en la granja” de Orwell, porque me lo dio él cuando yo tenía 11 o 12 años, y “El Principito” y “Merlín e familia”, de Cunqueiro. Además de leerme poemas de Rabindranath Tagore, que le gustaban mucho.
Pero no era un hombre que se metiera demasiado. Por un lado, él predicaba con el ejemplo, no con discursos ni con sermones. Y era un hombre que respetaba bastante la libertad y la privacidad de sus hijos.
Carmen, filla.- Sobre el sector en el que trabajo, decía que era muy importante el sector financiero, porque podía ofrecer muchísimas posibilidades. Me aconsejaba que me siguiese formando. Siempre me decía que era una opción muy interesante, que me podía dar estabilidad y que me daba muchas posibilidades.
Yo le pedía consejo, y muchas veces lo que él hacía era que llegase yo a las conclusiones. Si le comentaba un problema, preguntaba: “¿Y qué has hecho?”. Y a mi respuesta, comentaba: “Pues se ve que no te ha funcionado. Tendrás que probar de otra manera”.
Pero no te decía lo que tenías que hacer, sino que tú llegases a la conclusión. Y siempre, cuando llegaba a casa, sacaba el tema de: “¿Qué tal hoy el trabajo? ¿Cómo estáis haciendo esto?”. Siempre mostraba interés.
Os que contemplamos, escoitamos, estas confidencias, asomámonos ao Cacharro máis íntimo, e vemos que a familia conserva ese calor íntimo, calor de fogar, ambiente cómplice cunha conxunción de sensacións: a unión familiar; a tristura por momentos de Carmen; a ledicia de vivir do artista, Juan; a responsabilidade de Carmen, bancaria; o coñecemento e a firmeza de Paco, entre a administración e a política.
Incógnito. Descoñecido
Podíamos ser convidados de pedra, expectantes contempladores dun natural diálogo do que tiñamos que dar fe, pero non podemos deixar de intervir, observar, inquirir…
Pero as nosas observacións non farían falla, non interesan. Seguimos escoitando á Familia Cacharro Gosende, agora tentando que Paco Cacharro nos sexa menos descoñecido, e certamente estamos no lugar e momento precisos para conseguir -tan tarde, iso si- que o noso obxectivo nos sexa menos incógnito.
Paco.- Una de las cosas que más recuerdo es la sorpresa de los periodistas en la capilla ardiente instalada en la Diputación, la cantidad de gente de la calle que había. No de cargos, sino de gente de a pie, que lo conocía.
Otra cosa es el mito, el relato del hombre frío, calculador, maquiavélico, que estaba entre bambalinas. Eso es mentira. No había nada. Era un hombre muy directo y la relación directa era su fuerte. Era el hombre que llegaba hasta la última escuela unitaria de la provincia, y hablaba de tú a tú con todo el mundo.
De forma interesada, a través de medios de comunicación, se potenciaron mitos… Como cuando se hablaba del “Clan de la boina”, y todo eso…
Eso surge, además, del propio Partido, intentando ridiculizar a ese grupo, haciéndolos pasar como una especie de políticos primitivos, de unos caciques que andan a cuatro patas. Luis Herrero en su libro hablaba de él diciendo que “es un hombre de escasas inquietudes intelectuales”. Creo que era una inmensa mentira. Era un hombre con una formación humanística muy sólida, muy amplia. Y además eso se veía oyéndolo hablar. No era un hombre que leyera, hablaba en sus discursos. Eso es una imagen que se creó de él, igual que la del hombre conservador. Era un hombre innovador, si no un hombre disruptivo, sí rupturista.
Una de las cosas que se han dicho de él era que no hacía vida social. No representaba un papel públicamente. Él, por ejemplo, cuando en una entrevista le preguntaban qué libro estaba leyendo, decía la verdad y decía el libro que estaba leyendo. Otros políticos dicen que están leyendo tal libro, lo estén leyendo o no, porque quieren dar una determinada imagen.
Volviendo al libro sobre dirigentes del Partido Popular que había escrito Luis Herrero, que decía que era un hombre carente, por así decirlo, de formación, digo que la biblioteca de mi padre tenía más de 2000 libros. Y era enormemente heterogénea. Allí te encontrabas libros de Freud que había leído en su juventud, libros de Herbert Marcuse leídos en los años 60… Por eso digo lo de heterogénea: Obras de Julián Marías, Ortega y Gasset, los clásicos, Aristóteles y Platón, clásicos de la filosofía como Hegel, Kant…
Era un hombre con una formación muy amplia, un poco orteguiana, porque era de Ortega y Gasset de quien más libros tenía. Recuerdo, incluso, que cuando fue el centenario de Ortega y Gasset, él tuvo interés como senador. Había hecho algunas preguntas sobre la organización de los actos de homenaje a Ortega. Y más recientemente fue lector ávido, por ejemplo, de Karl Popper. Incluso citaba a Popper en algunos debates del pleno de la Diputación, lo cual sonaba un poco extravagante, ¿no?
Pero ocurre que no hacía ostentación de su cultura. Que hablaba en un lenguaje sencillo, natural, que huía de las sofisticaciones en el discurso, porque además desconfiaba de ellas y con razón. Y eso ha dado lugar a que sea una persona desconocida, porque él no se preocupó en ese sentido de fabricarse una imagen. Evidentemente, cuando intervienes públicamente no actúas como te muestras en privado. Pero él no fabricaba deliberadamente una imagen de un determinado perfil.
Juan.- Pero tenía talento a la hora de mostrar su imagen. Era un tipo muy peculiar.
Paco.- Porque era muy coqueto. Aparte de la biblioteca, tenía también un armario inmenso. Se ponía camisas de colores, que yo no me hubiese puesto nunca. A veces me decía: “Te dejo esta camisa mía”, que yo, claro está, no me ponía.
Juan.- Tampoco seguía un patrón, digamos, de la moda. Podía aparecer de la forma más impensada, a su manera. Podía combinar un traje de Pertegaz con unos zapatos de Almacenes Arias, con una corbata que le había regalado Carrascal, que tenía varias de aquellas míticas… Y siempre con su insignia, allá donde fuese. Si iba a la Feria del Queso de no sé donde, se llevaba la insignia. Si a la del aguardiente, la tenía. Le encantaban los pins. Todavía están por casa.
Paco.- No posaba en el sentido de fabricarse un personaje, sino que actuaba realmente tal como era. Y una de las cosas que definían a mi padre era que creía muchísimo en sí mismo. Tenía mucha seguridad en sí mismo. Si estaba convencido de algo, era hombre con mucha determinación, muy decidido.
Juan.- Es que mi padre y el paquete de Winston eran inseparables. El Winston le facilitaba relacionarse con la gente.
Una buena prueba de esto fue un viaje que hicimos a la isla de Sálvora, que era privada y tenía un guardia armado. Además en Ribeira corría el rumor de que el guarda te disparaba con la escopeta, aunque no creo que fuera cierto.
Paco.- Año 88 u 89. Llegamos a Sálvora, y entramos en el muelle, en el que había una sirenita como la de Copenhague. Salté yo al muelle de amarre y en esto que veo un señor con un sombrero pajizo, una escopeta y una especie de canana. Yo lo veo, y me empieza a gritar.
“Hable con el patrón”, le digo, “a mí no me diga nada”. Mi padre estaba en ese momento dentro del camarote, sacando cosas. “¡Aquí no se puede estar!”, me dijo. El caso es que mi padre tuvo unas palabras con él, le ofreció tabaco, el guarda bajó la guardia, y acabó enseñándonos la isla entera toda la tarde. Tiene un castillo muy curioso en la playa que funcionaba como taberna para los marineros. Había piezas de artillería de la posguerra colocadas medio abandonadas. Había un faro.
Y pasamos la tarde, y se hizo amigo de este señor. Yo solo fui aquel día. Pero hubo muchas visitas. Y mi padre llegaba allí, y el hombre ya lo recibía como amigo.
Pocos años después, la isla pasó a ser pública, al adquirirla la Xunta de Galicia.
Juan.- Antes, la náutica de recreo era algo mucho más sencillo. En los años 80 tú llegabas a Sálvora, y era llegar y encontrarte al hombre armado, de sombrero medio tejano, al servicio del Marqués de Sálvora. Y no te dejaban entrar al puerto. A las playas sí, por la Ley de Costas, pero no al resto de la isla.
Dez anos despois
Para rematar esta sesión de conversa familiar sobre Paco Cacharro, non facemos máis que mencionar “A vida sen Paco, dez anos despois”.
Carmen Gosende.- (triste) Pues lo echamos mucho en falta. En muchas cosas. Es muy triste no poder hablar con él. Paco era muy casero, muy hogareño. Casi no hacíamos vida social y eso nos tienen criticado. Pero es que no salíamos más que cuando no quedaba más remedio. Porque en donde mejor estábamos era en casa, comiendo un platiño de caldo. Le gustaba muchísimo.
Juan.- Yo no es que lo eche en falta, pero está muy presente, permanentemente. Hay gente que se va, y ya no vuelves a saber de ella. Sin embargo, aquí no nos hemos olvidado de él. Y en casa es imposible olvidarse.
Paco.- A mí, que soy el único que tiene un trabajo relacionado con la actividad política que él tenía, me hubiera gustado mucho poder hablar con él y y consultarle determinadas situaciones o cosas que he vivido desde 2015 para acá en mi actividad. Me acordé mucho de él, por ejemplo, cuando se rompe el pacto de gobierno en el Ayuntamiento de Ourense, y Jácome se queda solo con dos concejales. Aquello me recordó al golpe de Barreiro contra Albor al final de los años ochenta.
Publiqué un libro, tenía gran ilusión en publicarlo. Y el libró salió unos días antes de que él muriera. Yo vine a presentar el libro a Lugo, a la librería Trama. Estuve muy poco tiempo. Me fui en cuanto pude, para ir a casa a verlo. Le llevé un ejemplar, del que no pudo leer más que el prólogo. Me llegó al alma. Yo podría habérselo dado unos meses antes de editarlo, pero quería dárselo como tal libro. Esto fue un jueves, y él falleció el domingo.
Carmen.- Yo soy la menos sentimental… Si alguna vez tengo un problema en el trabajo, me gustaría comentarlo con él y escuchar su opinión… Pero lo que le ha pasado a él, que es morirse, nos va a pasar a todos, y le ha pasado a todo el mundo. Y ya está. Y no hay que volver atrás. Y nos dio mucho en vida. Nos dio un gran ejemplo, nos dio buenos consejos, nos enseñó a pensar qué es lo que él nos nos diría. Y ya es mucho. Hay gente que no tiene un recuerdo de su padre, o un buen recuerdo de su padre. Y nosotros sí, en ese sentido somos unos privilegiados.
Yo trabajo de cara al público y hablo con numerosas personas. Y desde que falleció mi padre estoy entablando amistad con personas que para mí eran desconocidas, y vienen de la aldea más remota. “Mira, es que me dijeron que eras hija de Cacharro… Sí, pues yo soy …”, y me cuenta una anécdota. Pues eso hay que multiplicarlo por muchísimas personas que comentan que cuando mi padre era joven, siempre paraba allí, y se tomaba un café… y así unos y otros, y otros, y otros. Y a mí me sorprende, y me pregunto de dónde sacaba tiempo para hablar con toda esta gente.
Yo creo que el mito del Cacharro distante podía existir en Lugo, en la ciudad, porque la gente del mundo rural habla de él con muchísima más cercanía. Se iba a comer a casa de fulanito siempre por las fiestas de no sé dónde… Se sentaba allí con todos, todos lo conocían, hablaba con todos.
Carmen, viúva.- Hace diez años que se murió, pero su recuerdo sigue vivo. En cada momento, estando en casa, surge: “Mira esto, a papá le gustaba. Mira, papá hacia esto”. Está siempre presente.
Y no solo en la familia, en casa. Yo salgo por ahí, y la gente me viene a hablar. Inevitablemente, me asocian con él.
Y aquí, ahora, las tres generaciones representadas. Estoy encantada con todos ellos. Cada uno tiene su manera de ser, pero todos son encantadores. Aquel (Juan) me vuelve un poco loca, porque estoy cocinando y me viene para la cocina a tocar una guitarra, e inventa una canción.
Paco.- A mí todavía hoy me pasa en el Ayuntamiento de Ourense. En los últimos tres meses las personas más impensadas me hablaron de él. No hace mucho, un ingeniero de una empresa consultora de Pontevedra con el que estuvimos trabajando en el pliego de la recogida de la basura, me habló de que lo conocía. La directora de la obra de Arturo Pérez Serantes, Lucrecia… otro ingeniero de caminos, también me hablaba de él.
Juan, neto.- A mí me parece muy bonito hablar de mi abuelo ahora. Yo siempre lo viví muy de lejos, al haber estado menos tiempo con él. Y sobre todo, al ser yo pequeño, estaba pensando en mis cosas.
Yo sí era consciente de su figura, de lo que implicaba y más a día de hoy. Incluso a mí en la Universidad, muchos profesores me preguntan por mi apellido, claramente reconocible. Pero la verdad es que es bonito, porque me acerca mucho a él haber participado en una sesión concentrada sobre el abuelo. Tengo una visión muy chula de la verdad. A mí me gustó también.
Carmen, viúva.- Aquí estamos todos juntos, diez años después. Pero no es una casualidad, nos vemos muy a menudo. Con Carmen y Juan estoy todos los días. Vienen todos los días a comer en casa. Paco no, porque está en Ourense, pero cada quince o veinte días está en Lugo. Nos juntamos, sí.
A Paco le parecería muy bueno que nos juntásemos. Y ver a sus nietos, a la niña que tenía dos añitos cuando él murió. El era así, familiar, muy hogareño, una persona que no estaba mucho en casa, por su amor y dedicación a la política.
Al final, hubo alguien que comentó que “A Cacharro lo usaron como un clínex, y cuando no servía, lo tiraron”.
Carmen, hija.- Yo no estoy de acuerdo. Yo creo que en ningún caso fue una víctima y no se le puede otorgar ese papel. Creo que la gente muchas veces actúa sin ser consciente de cuál va a ser el resultado. Creo que, en este caso, cada uno se fue posicionando como pudo y muchos lamentan el resultado, sobre todo con el paso del tiempo. Entonces, no me parece bueno ponerse continuamente en el lugar de víctima o traicionado, porque había un cambio. Todas las situaciones requieren un cambio. Él llevaba mucho tiempo en política.
Cuando yo escucho y hablo, escucho de todo. Pero en un 90% observo que hay mucha gente que en su momento dijo “voy por aquí”, porque creyó que era lo que había que hacer. Y el resultado fue negativo para él, y lo sienten, porque no era eso lo que querían, pero fue una circunstancia de cambio, y siempre hay heridos. Y gente que lo apreciaba, pero tuvo que tomar una determinación política o profesional, como lo queramos llamar y decir “voy a hacer esto porque te aprecio mucho, eres mi amigo, pero las cosas van por otro lado”.
A mí me molesta un poco el runrún que hay de víctima, de que lo usaron, de no sé qué… No. Era la pieza más importante. Y eso lo eres para lo bueno y para lo malo. Y cuando tocó un cambio, le tocó.
Paco.- La política es un mundo de una densidad moral muy especial y muy complejo, son dinámicas muy difíciles de valorar. Yo estoy de acuerdo con Carmen, con lo que acaba de decir.
Él fue senador 30 años, fue presidente de la Diputación 24 años consecutivos. Y, ¿qué ocurre? Pues que hay presiones. Estamos hablando en clave de Lugo, pero en el Partido Popular había otras instancias, que probablemente presionan y desencadenan unos procesos en los que lógicamente hay gente con ambiciones, hay gente con juicios de valor que luego se demostraron erróneos.
Se había creado de Paco Cacharro una imagen que no se correspondía con la realidad, que se la habían creado. A él, que nunca se había preocupado de su imagen, los medios de comunicación le fabricaron un determinado perfil. Él actuaba como era, naturalmente. Leo ahora sus entrevistas -quizás no soy imparcial, por ser su hijo- de hace 20 años, de hace 15 ó 35 años, y me parece que están vivas, cuando la mayoría de las entrevistas que se hacen a los políticos son aburridísimas, porque todos dicen lo mismo, un montón de circunloquios. Él no, porque hablaba directamente como pensaba.
Y lo que creo es lo que decía Carmen: era la pieza a cazar en un determinado momento, en el que determinada gente se posiciona. Y ojo, él tampoco da la batalla porque tenía muy en cuenta su edad, 71 años, y llega un momento en que dice: “Bueno, vale, pues me voy. No os creéis problemas… Ya me voy”.
Carmen.- Diez años después, parece que tampoco es tarde. El caso es hacerle un reconocimiento a su dedicación. En principio, estas cosas hay que hacerlas en vida.
Paco.- Lo de los homenajes en vida, no sé qué decir. El era bastante alérgico a ellos. En alguna ocasión le hablaron de ponerle un busto, y se negó rotundamente.
Que también tuvo homenajes en vida. Por ejemplo, recibió la medalla de Alfonso X el Sabio, que se la impuso Esperanza Aguirre, Ministra de Cultura.
Carmen, viúva.- Rehuía homenajes, y era alérgico al esmoquin o chaqué. Nos tienen invitado a alguna boda, y no fuimos. Incluso fuimos a un acto en el Palacio Real, quizás el cumpleaños del Rey, al que el protocolo exigía chaqué, y él que se empeñó en ir de traje y corbata. Y fueron él y Santiago Carrillo los únicos que no lo llevaron.
Paco.- Hay una foto de la Reina Sofía, mi padre y Santiago Carrillo, partiéndose de risa los tres. No sé de qué estaban hablando, ni qué estaban haciendo. Y Carrillo y mi padre, de traje y corbata normal. Fue en los tiempos de la transición.
E é Paco quen pon axeitado remate á conversa:
Paco.- Una vez, un verano, nos fuimos a navegar por la mañana él y yo. Él se había acostado tarde, se había desvelado viendo una película. Era una comedia italiana que estaba ambientada en el purgatorio.
Los personajes estaban muertos, y esperaban en el purgatorio a poder pasar al cielo. Pero, según la película, para poder pasar al cielo tenía que llegar el momento en el que nadie los recordase ya en la tierra. Y había uno, escritor famoso, que estaba desesperado, porque llevaba en el purgatorio 500 años, ya que la gente no se olvidaba de él. Yo me temo que mi padre está en el purgatorio, esperando.
En cuanto a este homenaje de ahora, lo vemos desde un aspecto muy positivo, porque quiere decir que, después de diez años, su recuerdo sigue teniendo tirón.