Quizás habíamos nacido para ser amigos. Éramos ambos hijos de maestros: Sus padres fueron Francisco Cacharro y Fulgencia Pardo, profesor depurado por el franquismo y alumna ella -persona también para mí muy querida- en la escuela que regentó en Santa María de Cadoalla (Becerreá). Paco nació Guarroman (Jaén), a donde había sido destinado como profesor su padre.
Nos conocimos como alumnos de Magisterio iniciando una amistad que perduró durante el resto de nuestras vidas, al igual que con sus hermanos, Alfredo y Virgilio, ingeniero industrial en Orense y director del grupo escolar en Benavente (Zamora) respectivamente, y que en su momento desempeñaron los cargos de delegado provincial de Industria en la ciudad de las Burgas y en La Coruña el primero, y director general de Educación en la comunidad de Castilla y León el segundo.
Particularmente llegamos a entablar la máxima relación al desempeñar ambos en el Ayuntamiento y Diputación de Lugo los cargos de concejal y diputado en representación de las entidades culturales, económicas y profesionales de la provincia de Lugo, tras las correspondientes elecciones representativas, él a Magisterio y yo a la Asociación de la Prensa y a los compañeros maestros.
Acababa de cesar yo como delegado provincial del Ministerio de Información y Turismo, y él se interesó por mi situación profesional. Días después sería nombrado jefe del área de promoción cultural de la delegación de Educación y Cultura del ministerio correspondiente en Lugo, del que él formaría parte como inspector de Enseñanza.
Eran los tiempos de Franco agonizante y de pensar en implantar en España la democracia, sin el gran drama que había supuesto en su día la llegada de la dictadura.
Con Fraga ya había hablado varias veces del tema cuando se me presentó la oportunidad de presentarle a Francisco Cacharro Pardo. Fue en plena calle de la Reina de Lugo, frente a la Farmacia Central, al salir del Hotel Méndez Núñez, en donde se alojaba el político villalbés. Era el año 1970, si no recuerdo mal. Le informé ampliamente sobre quién era al que acababa de conocer. Se trataron de tú desde el primer momento, yo lo hice siempre de usted, y lo incluí en una de las primeras listas de juntas provisionales de la organización que Fraga, embajador a la sazón en Inglaterra, me había solicitado desde Londres y a las que siempre dio su visto bueno.
Cacharro era en mi opinión un hombre que sabía escuchar, escudriñaba muy bien al hombre o mujer que tenía delante, y que se hacía muy pronto un certero juicio al respecto. Podríamos decir que tenía un muy buen ojo clínico y que solo perdonaba las faltas si se justificaban debidamente y sin tapujos, una sola vez. Fue un político muy trabajador. El horario no contaba, fueran las 7 de la tarde o de la madrugada. Lo importante era solucionar el problema planteado.
Hombre agradable que sabía hacer amigos. Cantaba bien, añoraba sus pasos por corales formadas por amigos y compañeros de juventud, y que bailaba mucho mejor. Su esposa, la buena amiga María del Carmen Bosende Marzán, inseparable compañera de matrimonio, y sus amigos, podemos dar testimonio de ello y de muy gratas reuniones gastronómicas con familiares y amigos.
A Cacharro le debe Lugo mucho. Gran parte del auge de los parques naturales de la ciudad, el de los Robles y el de las Saamasas, que comenzó a surgir en tiempos del alcalde Ramiro Rueda, Varela Villamor y José de la Torre Moreira. El club fluvial, promovido por el Centro de Iniciativas Turísticas, los propietarios del Balneario de Lugo, el teniente de alcalde, José Ibañez Méndez, y el alcalde, Joaquín García Diez. El del Rato, podíamos decir que iniciado por José de la Torre Moreira, presidente de la diputación de Lugo, por el ingeniero Senén Prieto Fernandez, Cacharro Pardo y sus colaboradores. Pregunten a Ángel Trabada Gómez al respecto o revisen las hemerotecas.
Obras suyas fueron también la ronda de circunvalación de la Ciudad del Sacramento que une Guntín, Friol, Begonte, Castro de Rei, Castroverde, O Corgo y Pol, hasta el punto que muchos dicen que Cacharro, sin desmerecer a ningún otro, fue el mejor “alcalde” de Lugo, y no digamos lo hecho en el Museo Provincial o en la transformación de los terrenos de Frigsa, que algunos quisieron vender o dejar para edificar en vez de reconvertirlo en lo que es actualmente. No podemos olvidar tampoco los edificios públicos llevados a cabo o mejorados en su época, como el edificio de los Juzgados, el Pazo de Feiras e Congresos, el Pazo Provincial dos Deportes, o los colegios de Albeiros, A Piringalla, Illa Verde, Paradai, etc. Y debemos recordar también la Facultad de Veterinaria y el Campus de Lugo, en cuyo logro fue pilar fundamental, así como lo fue también en el nuevo auge del Camino de Santiago.
En una ciudad tan dada al individualismo, saber reunir a las gentes en un Partido Popular fuerte (antes AP, y antes GODSA, o Gabinete de Orientación y Documentación S.A.), que terminó ganando todas las elecciones al Ayuntamiento y Diputación, es una labor que es menester saber reconocer.
¿Y cuáles eran sus defectos? ¿O no los tenía?
Como humano que era, sí que los tenía. Pero no tengo yo interés ni quizás capacidad de buscárselos. A un amigo se le comprende y se tiene como tal, o no. Solo apuntaré un detalle: Con los hombres con los que terminó con fricciones, lo hizo al final de su amistad. Lo traicionaron o no dieron la talla que él esperaba de ellos. He ahí la cuestión, por cuanto amor a Lugo quiero suponer que lo tuvieron todos.