Víctor Manuel Vázquez Portomeñe

Francisco Cacharro y el Camino

No pertenecí al círculo de amistades de Paco Cacharro, aunque lo intenté. Lo impidieron algunos de sus íntimos, tal vez temerosos de la presencia en la provincia de Lugo de otro gallo inamistoso, aunque, la verdad, nunca tal cosa pretendí ni como tal gallo me imaginé. Pero ello no sólo no me impide reconocer los valores de Cacharro, sino que vigoriza mi testimonio sobre alguien que, a todas luces, dejó una provincia notablemente mejor de la que había heredado.

Cacharro la conocía profundamente, cada uno de sus municipios, villas o parroquias, porque las había visitado reiteradamente como Inspector de Enseñanza, y con ese conjunto se vinculó de por vida y a él dedicó sus esfuerzos como funcionario y como político.

Recuerdo con satisfacción la proclividad de Cacharro a conveniar sus proyectos con otras administraciones. Concretamente, la Diputación de Lugo otorgó, con la Consellería de Educación y Cultura que yo dirigía, y con la de Deportes, un acuerdo para financiar inversiones por quinientos millones de pesetas (una cantidad muy respetable por aquel entonces), que tenía por finalidad dotar a múltiples centros educativos de la provincia de instalaciones deportivas.

Recuerdo también el que otorgamos la propia Consellería y el Museo provincial de Lugo, cuyo presidente era Cacharro, para elaborar el Inventario de Bienes Culturales de la provincia, acción sensible y a la par definitoria de la personalidad histórica de Galicia y que culminó con el inventario de las otras tres provincias.

En ese mismo íter de realzar la personalidad de nuestra tierra, he de resaltar la colaboración que mantuvimos en el Xacobeo 93, dotando de catamaranes a los embalses de Belesar y Os Peares como una oferta más a los peregrinos, visitantes y turistas. Quisimos mostrarles que en Galicia aun quedan paraísos como la Ribeira Sacra.

Aquel proyecto de 1993, que tuve el honor de liderar y que resucitó el camino de Santiago de su largo letargo de cuatro siglos y medio, reconocía que en la provincia de Lugo tiene el camino su trazado más definitorio. Por ello contó siempre con la simpatía de Paco Cacharro, consciente como fue de que esa gran vía, la calle mayor de Europa, es parte de la personalidad de Galicia y tiene la virtualidad de situarla en el mapa del viejo continente y del mundo entero.

Pero si algo quisiera que mantuviera a Paco Cacharro en la memoria de cuantos nacimos en la entrañable provincia de Lugo es el campus universitario que, sin duda, elevó el valor de la histórica ciudad de los romanos.

Cacharro lo concibió, más bien diría que lo soñó, y convirtió el sueño en una realidad que confirió a Lugo otra dimensión, la de ciudad universitaria. Con sus acciones, Paco despertó la sensibilidad de la vieja Universidad de Santiago y alentó la mía que, desde la Consellería de Educación y Cultura, elevé a la Xunta de Galicia los dos decretos de creación de la Facultad de Veterinaria y de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos. La Xunta los aprobó y hoy, desde hace ya muchos años, ambos centros forman parte de la oferta universitaria de la más que bimilenaria capital lucense.

Lugo, ciudad histórica y generosa, quizás sepa agradecer a Francisco Cacharro Pardo sus brillantes acciones. Sería un acto de justicia que la gratitud a Cacharro se hiciera visible en ese campus por el que luchó.