Coincidí con Francisco Cacharro en la legislatura constituyente del Senado español, así como en la primera legislatura ordinaria. En aquel entonces, él formaba parte del Grupo Parlamentario Mixto, y se presentó a las elecciones por la coalición electoral Alianza Popular. De hecho, fue el único senador elegido por ese partido en toda España durante aquella legislatura. Yo, por mi parte, fui elegido por la UCD.
Durante esa primera etapa, nuestras trayectorias apenas se cruzaron.
Coincidimos únicamente en la Comisión Especial de Investigación sobre la situación del niño, presidida por el eminente José Luis Sampedro.
No tuvimos una relación especialmente estrecha; fue siempre una relación de cortesía, como suele ocurrir entre compañeros de escaño de distintas formaciones.
En la segunda legislatura, ambos volvimos a presentarnos por Lugo: él nuevamente por Alianza Popular, y yo por la UCD. Aunque compartimos espacio en el Senado, nuestras interacciones siguieron siendo escasas. A mí no me interesaba especialmente su forma de hacer política, y eso marcó cierta distancia entre nosotros.
No obstante lo expuesto, tengo que reconocer que Francisco Cacharro, ya como presidente de la Diputación de Lugo, supo impulsar con firmeza una aspiración que ya había iniciado Luis Cordeiro: la creación de una Facultad de Veterinaria en Lugo. Es justo decir que, gracias a ese impulso, esa idea se convirtió en una realidad institucional de gran valor para la ciudad y para toda Galicia.
Reconozco y agradezco públicamente ese apoyo constante de Francisco Cacharro a la Facultad de Veterinaria, que hoy, gracias a la excelencia de su claustro y a su consolidación académica, está proyectada internacionalmente como una de las facultades de referencia en su ámbito.
Del mismo modo, es de justicia señalar su compromiso con el desarrollo del Campus Universitario de Lugo, el apoyo a las tres universidades en Galicia creadas a iniciativa de Coalición Galega, siendo conselleiro de Educación Aniceto Núñez, compañero de mi grupo parlamentario en el Parlamento gallego. También ahí contribuyó de forma decidida, ayudando a reforzar el papel de la ciudad como un polo de conocimiento y de oportunidades para las nuevas generaciones.
Hoy, en este homenaje, quiero dejar constancia sincera de ese legado. Más allá de las diferencias políticas o personales que hayamos podido tener, los hechos hablan, y en este caso, hablan bien de su compromiso con Lugo y con el futuro de su gente.