1. El hielo
No frecuenté el despacho de Cacharro. De hecho, en sus más de 20 años en la Diputación, no creo que más de media docena de veces, y siempre por cuestiones profesionales. Pero me acuerdo muy bien de la última: había quedado con él a las dos de la tarde y llegó pasadas las tres. Venía de sacarse una muela, y en medio de la entrevista, me pidió una pausa y llamó al restaurante La Barra para que le trajesen una bolsa con hielo. Era una bolsa de supermercado, se la puso en el lado dolorido de la cara y seguimos hablando. El hielo se fue derritiendo con el calor y la bolsa tenía un pequeño agujero del que empezaron a salir gotas de agua, primero sobre el pantalón y luego sobre la alfombra de su despacho. Tuve que avisarle.
He conocido a muchos políticos, pero a pocos que se tomasen tan en serio su trabajo y sus responsabilidades.
2. La música
Tengo algunas anécdotas de su actividad menos conocida como cantante, que le venía de viejo. El productor de televisión Pío Núñez me descubría que había tenido un grupo vocal con él, una especie rondalla y que “era un cantante estupendo”.
Tuve ocasión de comprobarlo por los 80 (¿o eran ya los 90?), cuando en una fiesta social se atrevió a subirse al escenario y cantar a dúo con una entonces famosa cantante hispanoamericana. De aquella actuación tienen en El Progreso una foto que les cedí yo.

Hubo otras actuaciones públicas de Francisco Cacharro, como la que llevó a cabo un viernes, tras la cena de Los Lucenses del Año, concluida la cual nos fuimos al Bar Atalaya del Gran Hotel a tomar una copa. En aquella época animaba las noches del fin de semana Antonio Castaño, hermano del locutor Pepe Domingo y padre de la actriz Cristina Castaño. Antonio, que laboralmente se ganaba la vida en Villalba, trabajando en una entidad bancaria y también, creo, en Nestlé, era un buen pianista y durante un tiempo viajaba a Lugo para entretener a los clientes del Atalaya.
Aquella noche encontró en el Presidente de la Diputación un buen complemento. Cacharro se convirtió en vocalista de club nocturno, y hasta en un momento dado se atrevió con “El Rey”, una ranchera cuya letra podía tener una doble interpretación. Si alguien se cree que esos alardes canoros podían ser consecuencia de unas copas de más, me apresuro a puntualizar que Cacharro era absolutamente abstemio, ni una gota de alcohol y sí mucha Coca Cola. Esto lo sé muy bien porque más de una vez coincidí con él en las fiestas estudiantiles de Studio 3.
Teníamos hijos más o menos de la misma edad, adolescentes en los últimos cursos de Secundaria, e íbamos a esperarlos a la salida para llevarlos a casa. Como era habitual que solicitasen una prórroga (“¿nos dejáis media hora más?”), allí nos poníamos a “hacer la barra” tomando algo. Y él, siempre Coca Cola. Y fumando. Eso sí, fumaba mucho.
Y 3. Del Evangelio al propio Dios
De aquellos tiempos en los que se decía que el Evangelio más importante de la biblia política era “El Evangelio según San Marcos”, jugando con la ubicación del Palacio Provincial, es esta anécdota que les cuento ahora y que, lo advierto, no es lo que parece.
Un alcalde de la provincia, también diputado provincial por el PSOE, recibió llamada desde La Moncloa. Era el Jefe de Gabinete de Alfonso Guerra, que tras hablar con el alcalde de un tema de actualidad relacionado con su ayuntamiento que inquietaba en Madrid, sacó el nombre de Francisco Cacharro:
-¿Qué tal con él?
– Bien, bien.
– Manda mucho, ¿no?
– Manda todo, en la provincia, a Dios.
– ¿Dios?
– Sí, sí, Dios. No hay quien pueda con él.
¿Que los lectores no se creen que esto haya sido así? Pues no sólo ha sido así, sino que la opinión del alcalde sobre Cacharro se pudo escuchar en la radio pocos minutos después de la conversación entre el alcalde y un apócrifo Jefe de Gabinete del todopoderoso Guerra.
Y hasta aquí puedo contar.